jueves, 26 de enero de 2012

El corte de pelo y la inflación...


Tras un año sin volver por Buenos Aires, el 4 de Enero regresé y me encontré con una situación difícil de describir que me hizo recordar varias clases de economía con nuestro querido Rafael Pampillón. Nuestro profesor, quien tenía una especial simpatía por los argentinos, utilizó un ejemplo peculiar para ilustrar y describir el impacto de la inflación. En dicha clase preguntó si sabíamos por qué yo no me cortaba el pelo... No hubo respuesta alguna, y siguiendo con su humor característico dijo que los argentinos no nos cortabamos el pelo ya que no sabíamos cuanto debíamos esperar por el precio del mismo a causa de los contínuos cambios de precio característicos en nuestro país.. La risa generalizada de la clase no tardó en hacerse oir. Y si bien el ejemplo no pasaba de ser un chiste, como todo chiste tiene algo de verdad...
Como decía, el 4 de Enero llegué a Buenos Aires con el pelo largo y con ganas de cortarmelo... Ya venía avisado del cambio de precios sufridos en el último año y el primer impacto fue aquel del taxi desde al aeropuerto a mi casa... Pero... uno tiende a pensar que son exageraciones y cosas puntuales, hasta que vino el corte de pelo.. Me fui a una peluquería cerca de casa y tras haberme cortado el pelo me di cuenta que no tenía ni idea de lo que podía esperar a la hora de pagar. Mis escasas horas en Buenos Aires ya me advertían que los precios eran distintos a cuando me fui... El precio del corte no fue distinto a esto, si bien el precio se redujo en un 25% por pagar en efectivo, la relación con los precios de un año y medio atrás era inexistente... Tras escuchar el precio, intentar decidir sin éxito si era caro o barato, mis pensamientos volvieron a esa clase del señor Pampillón donde hacía chistes de los argentinos y mi pelo. Cuanta razón tenía! Mis siguientes horas en Buenos Aires no fueron muy distintas, pagué precios rídiculos por comer, por otro taxi y demás cosas. Al final del día me di cuenta que no tenía ninguna referencia de lo que podían salir las cosas en Buenos Aires, no sabía si era caro o barato. Existen cosas que estaban al doble de valor que un año y medio atrás y otras que habían subido un 30% o un 50%. La relación en los precios y su aumento era inexistente y mi desconcierto me llevó a transformar todo a euros. El efecto se invirtió, tras un año y medio en Madrid pasé de convertir de euros a pesos a hacerlo de pesos a euros. Para mi sorpresa, muchas de esas conversiones resultaban similares a los precios sufridos en Madrid... llegando a la conclusión de que Buenos Aires se ha encarecido considerablemente...